En los años 90 y 2000, la flota de camiones se consolidó como una de las más grandes del país, contando con más de 500 unidades. Este impresionante número no solo refleja la capacidad de transporte, sino también el crecimiento y la expansión del sector logístico en esa época.
La diversidad de modelos y marcas dentro de esta flota permitió atender una amplia gama de necesidades, desde el transporte de mercancías hasta la entrega de productos a nivel nacional.
Cada camión era una pieza clave en la cadena de suministro, facilitando el comercio y conectando a comunidades y regiones.
Esta etapa marcó un hito en la historia del transporte terrestre, sentando las bases para el desarrollo futuro de la industria.